
El desconcierto en el gobierno parece haber llegado a extremos inusitados: el jueves 17 de octubre el presidente de la República anunció que los cortes de energía se reducirían a 8, 6 y 4 horas diarias en las 3 semanas siguientes. El jueves 24 la ministra de Energía encargada informó que debido a la situación del complejo Paute, y siguiendo instrucciones del presidente al flamante Comité de Energía, los cortes serán de 14 horas diarias a partir del viernes 25.
La credibilidad del jefe de Estado debe preservarse por sobre otros intereses. Si se la pierde, la compleja responsabilidad que implica la presidencia se vuelve mucho más difícil porque la ciudadanía desconfía de su palabra.
Para anunciar la reducción de los cortes de 10 a 4 horas diarias, se debe asumir que el presidente de la República contó con informes de la ministra de Energía y su equipo, que aseguraban los nuevos períodos, más soportables que los descomunales de 14 horas. Y esas responsabilidades deben exigirse a los autores del error o, peor aún, si hubo mala fe.
No es aceptable que se hubiere confiado en los anticipos del organismo que vigila el tiempo, pues, por naturaleza, no son seguros. Es importante dar anuncios positivos, especialmente cuando se trata del presidente-candidato, pero será indispensable evaluar su certeza para que el efecto no sea contrario al buscado. Aquello de que “el viento le ha jugado una mala pasada” está bien para alumnos de kindergarten o de los primeros cursos de escuela primaria, pero no para los ciudadanos que depositarán su voto en menos de 100 días.
Al gobierno de Noboa no se le puede responsabilizar de la caótica situación actual de la generación eléctrica, pero sí de haber perdido precioso tiempo luego de la ley “No más apagones”, para ahora someter al país a cortes inéditos de 14 horas diarias y buscar angustiosamente soluciones de última hora.
Más allá de los desaciertos del gobierno, al país le conviene la reelección de Noboa, en la expectativa de que con un panorama de 4 años implemente las reformas sustanciales que requiere el país para liberarse de Montecristi y sus secuelas.