Cartas a Quito / 28 de septiembre de 2024

Bendita oscuridad…

… Dirán los delincuentes, corruptos, criminales y prófugos de la justicia; pues este estado de tinieblas permanentes no nos permite ver, con lucidez,  todo lo que está ocurriendo en nuestro pequeño e indefenso país y ahora aún más, cuando la oscuridad no es solamente utópica o mental sino y, para colmo de males, es también física.

Dudamos sinceramente  que haya gente interesada para que estos apagones se den… nos negamos a creer que sea un boicot premeditado y malévolo; aunque nunca estaremos libres de la maldad  de la gente. La verdad es que la falta de previsión y ejecutoriedad de los gobernantes de turno y más personas involucradas en este asunto nos mantienen sumamente  preocupados y sumidos en la oscuridad diurna y nocturna.

Resulta inconcebible que solo nos preocupemos e intentemos solucionar los problemas cuando estos llegan al clímax y no tomemos precauciones a tiempo, para evitar estos desastres como el que actualmente lo venimos soportando.

Con estos apagones intencionados o no, las pérdidas económicas del país son millonarias, sin dejar de mencionar otras pérdidas que nos afectan directamente, como el desempleo, la educación, la inseguridad, etc. etc.

Fabiola Carrera Alemán

El perro del hortelano

Gracias a la iniciativa privada nacional llega el servicio público de energía eléctrica al Ecuador, en 1894 se produce la primera concesión a favor  del consorcio Jijón – Urrutia para que instale plantas eléctricas en Quito. Dos años después, en Guayaquil surge la primera planta eléctrica de propiedad del lojano Manuel Alvarado Cueva. Viendo que el negocio es rentable se interesan empresas Norteamericanas, en 1925 en el puerto principal se instala “Emelec”  y, en Quito, la “Eléctrica Quito SA”en 1932. La inversión privada está en su apogeo en la zona urbana, no así, en la rural que carece de este servicio. Es la razón para que en 1940 tomen la responsabilidad los Municipios que  deciden: generar, distribuir y comercializar energía eléctrica en sus jurisdicciones, pero la falta de fondos para el mantenimiento y  renovación de máquinas, hace que la oferta quede corta ante la creciente demanda (apagones puntuales). Con el fin de solucionar el  problema, el Estado decide tomar la competencia y crea INECEL en 1960, que es el fundador de las empresas eléctricas regionales que  generan, distribuyen y comercializan la energía para varias provincias, mediante centrales hidráulicas y térmicas. Pero, nuevamente el crecimiento de la población, hace que la oferta quede corta (apagones regionales), entonces INECEL toma la iniciativa de generar y transportar energía para vender a las empresas regionales, construye Pisayambo, Paute, Agoyán, centrales térmicas en la costa y, líneas de transmisión, nace así, el Sistema Nacional Interconectado. En las décadas 1970 y 1980, el Estado toma la competencia total de la provisión de energía eléctrica y la inversión privada fue anulada. En la última década del siglo XX y primera del XXI,  Ecuador experimente una gran explosión demográfica, la población se duplica y, los gobiernos de turno intencionalmente, matan a INECEL y su programa de  generación eléctrica. Paralelamente, impiden el aporte de generación privada (el perro del hortelano). Como era de esperar, llega una cascada de apagones, como olvidar la hora Sixto. Ante este oscuro escenario, el gobierno de la “década ganada” apurado y sin estudios, pero con jugosas comisiones, decide construir centrales hidroeléctricas grandes, Coca Codo Sinclair que tiene problemas insalvables, Toachi -Pilatón, 12 años de construcción y no entra en servicio, entre otras. En fin,  no fue solución, ahora mismo el Ecuador sufre los tediosos racionamientos eléctricos, parte culpa del severo estiaje, pero la verdadera causa es, la falta y mala inversión estatal por más de 40 años (los políticos nunca sirvieron al pueblo, siempre se sirven ellos). El escenario energético es por demás crítico, es necesario cambiar la matriz y eso lleva tiempo. Al gobierno actual le ha tocado administrar la oscuridad, no tiene luz, ni dinero, ni tiempo para enfrentar la realidad, desesperado implora ayuda al sector privado y a la sociedad civil.

Marco A. Zurita Ríos