La semana pasada, el influyente The Economist nos catalogó como un narco estado. Y, enseguida, hubo quienes saltaron y criticaron la publicación, porque una cosa es que casa adentro se hable constantemente de ese riesgo y otra que desde afuera se nos haya puesto en ese andarivel.
Internamente -como ya se lo ha hecho- podemos explicar desde diferentes perspectivas porque todavía no llegamos a ese punto y también podemos citar ejemplos del trabajo que se hace para afrontar al narcotráfico y uno de sus tentáculos más visibles y propagado a todo nivel, como es la enorme corrupción que deja en su camino (sentencia del caso Metástasis, de hace unos días es una muestra).
Sin embargo, eso ayuda poco a la reconstrucción de la imagen internacional (si se quiere hacer frente a la fama ganada) especialmente cuando no está del todo claro cómo se está abordando ese tema. Los esfuerzos comunicativos gubernamentales están exclusivamente en la campaña electoral de febrero próximo, para lograr la reelección del presidente Daniel Noboa, y él únicamente dedica algunos de sus mensajes en redes sociales a hablar de decomiso, arrestos, incautaciones, apoyo recibido… en suma, el parte militar de la guerra que declaró.
Para la Asamblea Nacional, es decir, el resto de la clase política del país, es como que el tema no es de su incumbencia, porque solo tiene tiempo y ganas de pensar en sus intereses electorales o de sumarse al jaleo político del día a día.
Así, el país no ha dejado de estar huérfano y mostrarse más débil frente a un delicado tema como el de la seguridad, que también debiera ser gestionado y manejado en términos comunicativos.
Nuestra propia prensa, bajo el argumento de contar lo que ocurre en el país, no amplía su agenda temática. De lo que se conversa en los medios y en los cibermedios básicamente es de los apagones, las elecciones y de la violencia (no incluyo la parte deportiva, mejor dicho, futbolística). Y los periodistas sabemos de sobra que -aunque no con la fuerza de antes- sí se puede influir en la agenda de discusión pública.
Por cierto, no estoy sugiriendo que se haga reclamos internacionales y públicos sobre un reportaje. Eso no es lo central. Lo que estoy diciendo es que no sé está tomando lo suficientemente en serio esta realidad, que debiera estar atendida en todos los niveles, a través de propuestas de desarrollo, de comunicación, de educación, de fortalecimiento de lasos sociales, de lucha contra la corrupción y un largo etcétera.
Resulta penoso que desde el 2018, cuando ya no se pudo tapar la dimensión de este problema, ningún movimiento, partido o dirigente político haya presentado una propuesta integral. Ni los que han ganado ni los que han perdido elecciones. Nadie. Todos insisten en ver hacia otro lado.
Más allá de las imprecisiones, errores, exageraciones o el adjetivo que guste poner al artículo del importante medio inglés, no podemos ocultar que al hablar del tema nos recuerda que es demasiado lo pendiente y que ni siquiera vemos las implicaciones totales del desafío que tenemos al frente. Y en una crisis como esta, el tiempo siempre será fundamental.