
Estamos inundados de filias y fobias. Las filias se refieren a lo que nos gusta o agrada, y las fobias a lo que nos disgusta o detesta. Según la raíz etimológica, “philos” significa amor o atracción; “ia” equivale a calidad. Las fobias son sus antónimos: el temor o miedo ante un peligro real o aparente.
Ayer como hoy, las filias y las fobias existieron y existen tanto en la vida cotidiana como en la pública, y han sido recogidas por las ciencias del comportamiento humano y otras disciplinas como la Política, la Economía, la Pedagogía, la Comunicación, la Etología y la Semiótica. Hay estudios profundos sobre sus orígenes. Autores retratan a las filias como actitudes normales, aunque pueden derivar a alguna patología, cuando se refieren a “manías” o parafilias; mientras que las fobias tienen resonancias que traducen trastornos de ansiedad, que generan sufrimiento o supuesto daño.
Las filias y las fobias presiden nuestras conductas sin que nos demos cuenta, y también cómo percibimos las conductas de los demás. Y en ocasiones, las diferencias son sutiles. En la cultura audiovisual, el mercadeo explora y explota lo que nos agrada o desagrada, y en función de esas variables colocan en la “parrilla” bienes y servicios para nuestro consumo con productos que no necesitamos.
Pero más allá de la semántica hay una preocupación latente en el ámbito público: la opción o apego a la democracia que elegimos -como la filia más importante-, sistema imperfecto y posible, y la inseguridad y el miedo que nos cobija y atormenta, cuando sentimos que el “terrorismo” se ha apoderado del vacío dejado por el Estado. Las filias -el bien común, el altruismo, el bien, la solidaridad, la justicia y la inclusión- pierden terreno, y se instalan las fobias -la amenaza, el secuestro, el crimen y la violencia-, que se nutren de nuestra ingenuidad e indiferencia.
Si las filias no participan de manera activa para controlar este anti poder, se instalará en el Ecuador la sociedad del miedo. ¡Y este miedo será epidémico!