La otra crisis en los hospitales públicos

La realidad hospitalaria en el Ecuador, indica que, la mayor parte de la asistencia médica en los hospitales recae en los médicos residentes; sin embargo, se habría dado un preocupante giro, cuando estos profesionales habrían sido paulatinamente sustituidos por los becarios, lo cual se estaría dando en los hospitales públicos, particularmente en los de Quito. Los becarios, cuyo nivel de práctica, objetivos e intereses son diferentes al de los médicos residentes, estarían sujetos a una suerte de encrucijada, al asumir forzadamente una función asistencial, cuando se trata más bien de actividades y responsabilidades relacionadas, pero obviamente diferentes. Todo lo cual, se iría traduciendo en una suerte de aprovechamiento institucional en perjuicio del becario y exposición a los pacientes, no solamente por la sobrecarga de horas de trabajo, que rayarían en incumplimientos legales de orden laboral, sino por el latente debilitamiento en la formación de la especialización, en perjuicio de la sociedad.  Sin perjuicio de que, al becario, se le inhibiría de poder trabajar en otros sitios, por las largas horas exigidas y/o de expresar sus quejas, so pena de represalias académicas.  Así, se habría vuelto un sistema que, confundiría formación por una suerte de casi explotación, valiéndose de la justa aspiración del becario de obtener un título de especialización.  Para al final, obligarle al becario a trasladarse a otro lugar por varios años, a fin de devolver al Estado lo recibido, lo cual, en la mayoría de los casos, no guardaría relación, no solo por el excesivo tiempo exigido, sino también por la imposibilidad de ejercer en aquellos lugares – en muchos casos remotos – los temas de su “especialidad”.

El Ministerio de Salud y las autoridades competentes del ejecutivo, deben asumir las correspondientes y urgentes rectificaciones, a fin de dignificar la formación médica especializada, de manera particular la de neurocirugía, de tal manera que se den en condiciones justas, apropiadas y sensatas; y, por otro lado, algo de vital importancia, no se ponga en riesgo la salud, sino la vida de los pacientes, por el riesgo de ser atendidos por personal forzado y exhausto. 

Amable lector, ¿usted permitiría y estaría tranquilo si conociese que, a un hijo o ser querido, en caso de una emergencia médica, le atendiese un becario haciendo forzadamente las veces de médico residente, probablemente agotado física y mentalmente, el mismo que no habría descansado por 18 horas o más …?