En pocas horas se habrá elegido al (la) nuevo(a) presidente de la república; con ello, se inicia el período para el cumplimiento de las entusiastas y generosas propuestas de los candidatos. La segunda vuelta, plagada de eslóganes vacuos, llegaal último tramo del proceso con el desencanto de la ciudadanía; los finalistas no llenaron sus expectativas. Lejos estuvo el estadista esperado, que lidere un proceso de recuperación nacional, y lejos un plan de trabajo adecuado a la situación de crisis global.
Con la campaña se conoció la capacidad de los candidatos para contribuir a la comprensión del devenir del Ecuador. Por un lado se encuentra la oferta de la reedición de una experiencia con resultados altamente cuestionados en el país, con un populismo caduco, sin capacidad para comprender las nuevas necesidades nacionales. Por el otro, la tendencia neoliberal que camina a contra corriente de la urgencia de rescatar al Estado como garante del proceso social. Para resolver nuestrascomplejas necesidades y problemas, el candidato exhibe su experiencia en la actividad empresarial.El dogma de la eficiencia de lo privado perdura, pese a los grandes fracasos, al concebir al país como una empresa.
Quien triunfe en las elecciones encontrará un paíscuya situación es probablemente la más aguda que se haya enfrentado desde el inicio de la república. A sus problemas económicos se suman calamidades sociales y de orden político, moral e institucional: éxodo de la mano de obra a los “paraísos” del primer mundo, ruptura del tejido social, corrupción, narcotráfico, ascenso de la criminalidad.
La actual crisis económica, social y política del país proviene de un proceso que, bajo el manto de la globalización corporativa, ha forjado una situación de subdesarrollo estructuralmente profundo, gestado desde los inicios del retorno a la democracia.
En ese proceso, la sociedad ecuatoriana ha venido caminando sin una brújula cierta. En él, los pobres han sido derrotados por el gran capital y el poder de las mafias de políticos y empresarios que han secuestrado a las funciones del Estado. Su propuesta para enfrentar la situación de pobreza e inequidad conforma el discurso tecnocrático basado en estrategias productivas y de modernización, propios del fundamentalismo del mercado. La insistencia en ese modelo de sociedad solo podría significar la agudización de las patologías económicas expresadas en la pobreza y pobreza extrema.
El candidato triunfador se enfrentará a grandes problemas de difícil tratamiento en un plazo muy corto de gobierno. De contar con la necesaria lucidez para privilegiar el interés del país por sobre los de los grupos que tradicionalmente han utilizado al Estado para su provecho, le corresponderá auspiciar la acción coordinada del Estado y la empresa privada, que resulte del lanzamiento de un proyecto nacional, con una visión fundamental sobre el futuro de la nación. Se requiere jerarquizar los hitos que se colocarán en el corto periodo de gobierno, en el plano económico, en la atención a las necesidades sociales y en el camino hacia la recuperación de la seguridad.