La Voz

La Voz, angustiada de amargura, truena desde ese país por el cual deambula con su empaque de Narciso envejecido. Restos de sus cuadrillas asalariadas se hallan enquistados en los poderes del Estado, cárceles, suburbios y tugurios, donde bulle el crimen organizado; por eso sabe todo lo que ocurre por esos lares.

En la reciente redada de capos, avvocatos y‘soldados’ de una de las mafias que nos asuelan, la Vozalertó horas antes a los delincuentes sobre la operación; varios huyeron. Pero su gula de poder lo delató: ¿cómo es posible que sepa tanto sin ser parte de la narcopolítica que nos flagela, y le importe un adarme la vida de mujeres, hombres, niños que caen a diario en crímenes, secuestros y guerras intestinas? 

La alopecia ha hecho su agosto y cada día le es más agotador disimular su abultado vientre. ¿Dónde quedó el porte garboso y triunfal que ensalzó una política parecida a él por su glotonería de poder? Es el tiempo que pasa, el gran conspirador, y con él la juventud que se fue a expirar al fin del mundo, en el sigilo de la verdad.

Pero él no comprende ninguna verdad, porque la verdad es él. Los resentidos tienen una memoria pertinaz, inabordable al tiempo, y de ella viven; en su delirio sigue sintiéndose dueño del país, y de eso vive. Sonrisilla neurasténica, con escombros de arrogancia, va de un lado a otro, afiebrado y errante, con un mundo vacío, que es el que más abruma, sobre sus espaldas.

El celular es su consolador, su hogar, su alimento, su único pariente y amigo, su fin. Desde allí difunde sus deletéreas proclamas o funge de campana de malhechores. No entiende que perdió a millares de mujeres y hombres que creímos en su palabra: ¿por qué asedia y lapida a quien combate crimen y corrupción; por qué no nombra a quienes urdieron el crimen de su contradictor; por qué tiene aliados en los carteles de las mafias; por qué?

“La voz se oye a sí misma –Heidegger– y esto es lo que se llama conciencia”. ¿Será capaz de oírse alguna vez… y callar?