Un México dividido y con heridas abiertas, elegirá el domingo 2 de junio a la presidenta que gobernará hasta 2030. El voto es entre la continuidad del partido político que en discurso y acciones se identifica con el Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo y una oposición que pregona una democracia liberal, de pesos y contrapesos.
Claudia Sheinbaum, por el oficialismo, y Xóchilt Gálvez, por la oposición, son las candidatas. La primera, que fue jefa de gobierno de la Ciudad de México, tiene desde hace casi tres años el apoyo activo y público del presidente Andrés Manuel López Obrador, la segunda, que ha sido senadora y ha colaborado con gobiernos anteriores, emergió como candidata hace un año.
La contienda trasciende la dicotomía izquierda-derecha. En términos reales, es una elección entre un modelo estatista con rasgos autocráticos y otro de corte liberal y abierto al mercado y la competencia.
México llega a las elecciones cuando surfea en la cresta de una ola de violencia, que superó ya los 180 mil muertos en la gestión del presidente López, iniciada en 2018, la cifra más alta registrada en un período presidencial, más 100 mil desaparecidos (40 por ciento de esa cifra corresponde al gobierno actual), 50 millones de personas sin acceso a salud (30 millones más que en 2018), una marcada escasez de medicinas, cortes de luz y problemas de suministro de agua en varias zonas del país.
Además, hay una división social creciente, alentada, entre otras cosas, por un discurso presidencial que ha separado aguas entre quienes lo apoyan y sus opositores, a quienes, sin ambages, López llama traidores a la patria y que, según dice, exageran cualquier hecho para perjudicarlo.
“No me quiero morir”, repetía hace poco con dolor el niño Emiliano luego de ser baleado por quienes al parecer querían secuestrarlo en el estado de Tabasco. El menor finalmente falleció horas después, sumándose a las más de 83 personas que en promedio matan cada día en México. El hecho, que fue una pincelada más de la violencia criminal, conmocionó al país.
Para el presidente, sin embargo, ese hecho fue magnificado solo para perjudicarlo. Reacciones similares han tenido frente a padres de niños con cáncer que le reclamaban falta de medicinas, madres que buscan a sus hijos desaparecidos o damnificados de un huracán.
Siguiendo tal narrativa, Sheinbaum menciona que la elección presidencial será entre el pasado de corrupción, donde estarían los que mienten y exageran, y la transformación que ella representaría. Gálvez, en cambio, habla de diálogo y reconciliación.
Diversos informes indican que casi un 30 por ciento del territorio mexicano está controlado hoy por los carteles de la droga. El poder de los narcotraficantes ha ido en aumento de la mano de una estrategia oficial que asegura privilegiar el ataque a las causas de la violencia, frente la represión y la guerra. Además, hay evidencias que sugieren cierto entendimiento entre el oficialismo y las bandas criminales.
Aunque el gobierno asegura que todo ha mejorado. Lo cierto es que el crecimiento económico acumulado en el gobierno de López será el más bajo de la historia reciente y la violencia, la más alta jamás registrada.
Entre las 45 economías más grandes del mundo, México es la que menos ha crecido luego de la pandemia.
El oficialismo sostiene que gracias a sus acciones, los pobres, con las transferencias monetarias que reciben vía bonos y becas, viven una mejor situación y que eso es lo más importante.
El último informe realizado por una instancia independiente del Ejecutivo habla de una disminución de la pobreza general, un hecho vinculado a la dispersión de recursos vía pagos a los más pobres. Ese mismo estudio precisa que el acceso a la salud disminuyó, hay un rezago educativo marcado y un incremento de la pobreza extrema.
Las manifestaciones públicas y masivas que ha realizado el sector opositor a López en últimas fechas, sugieren que tienen un respaldo social importante. Sin embargo, la mayoría de las encuestas aseguran que el oficialismo ganaría la elección, que incluye a presidenta, legisladores, gobernadores y alcaldes.
La noche del domingo 2 de junio se sabrá si México refrendó su apoyo al modelo estatista de corte autocrático o si optó por regresar a la democracia liberal, que lentamente, pero sin pausa, venía construyéndose desde el año 2000.