Las olas turbulentas de corrupción rampante inundan, desde tiempo atrás, a nuestro país. Cuando actúa la fuerza pública, en su mayoría no contaminada, aparece un enjambre de jueces y fiscales, generalmente de ciudades alejadas de las principales que, con distorsiones legales, liberan a los delincuentes que salen a acrecentar el conglomerado inmoral que ensucia la justicia, con el dinero podrido que les transforma velozmente en opulentos magnates, ostentosos y repletos de acciones petulantes y fanfarronas. La ciudadanía ha sido castigada con esas escenas y con otras caracterizadas por acciones del crimen organizado y de corruptelas múltiples, por demás evidentes e irrefutables, calificadas como graves delitos, por la gente honrada, disfrazadas de persecución política por los delincuentes que encuentran en la ceguera, de un pueblo engañado, el absurdo respaldo con el que nos imponen a los turbios representantes de esos grupos políticos que exhalan cinismo, mentiras, engaño, codicia desmedida y que anhelan el perdón y el olvido de sus colosales actos delincuenciales.
La opinión pública, periodistas de investigación cultores de la moral y ciudadanos honestos expresaban su permanente rechazo a las constantes y espantosas violaciones a la ley y a las normas de convivencia racional y ética; pero ese ambiente pernicioso ahogaba irrefrenablemente a una atemorizada colectividad, hasta que apareció un periodista investigador, Fernando Villavicencio que, con justicia, alcanzó una curul en la Asamblea. Fue el Cid Campeador que puso al descubierto multimillonarios convenios y negocios ilícitos de gobiernos putrefactos y demostró, congruente a la opinión del Dr. Francisco Huerta, que el país se estaba convirtiendo en un narco Estado. Su palabra, respaldada por documentos, informes y recibos, fue profética y hoy demuestra total vigencia. Los jefes de mafias criminales y políticas ordenaron su asesinato en un desesperado esfuerzo por evitar ser castigados por la espada de la verdad investigada.
Felizmente la patria subsiste erguida porque se engalanó con la lucha heroica de sus héroes, en momentos cruciales y hoy el país aplaude y respalda, grato y emocionado, el trabajo valiente, histórico y patriótico de la Fiscal General, Dra. Diana Salazar, que combate a las estructuras criminales que mezclan en un mortero, de dolor e injusticia, a jueces y abogados corruptos, con narcotraficantes y con líderes políticos inescrupulosos.
Han sido estos dos guerreros: Villavicencio y Diana Salazar los líderes de esta lucha que debe ser del Estado y de toda la gente honrada que desea limpiar a la nación de la deshonra, del desprestigio y del delito.
Si hemos clamado por la necesidad de contar con una justicia sana, ausente de coimas y de sentencias cotizadas, fortalezcamos el trabajo patriótico de Fiscalía y levantemos nuestra voz para exigir a las autoridades que multipliquen las seguridades y cuidados a esta ejemplar funcionaria pública que ha solicitado la prisión de jueces y altos representantes de la justicia, que han deshonrado su profesión y han roto su juramento de ceñirse a las leyes y a la ética. El presidente Noboa se ha sumado a la gestión de fiscalía, las fuerzas armadas han vuelto a dar lustre a su institución, hace poco desprestigiada, pues han efectuado labores complementarias,de alto valor, al esfuerzo fiscal.
Queda una incógnita que debe ser absuelta ¿Qué va a suceder con la reforma al sistema carcelario y con el control permanente de soldados y policías, en todo el país, una vez que termine el estado de excepción?