Populismo rencoroso (I)

Una de las patologías del populismo es fabricar, inventar o crear enemigos, simplificando la historia y los hechos, remueve y apela a la emoción y pasiones, divide la sociedad entre buenos y malos. Por un lado, un pueblo bueno, virtuoso y sometido; y, por otro lado, los villanos ricos, «pelucones», el «imperio», a quienes se atribuye todas las desgracias. Un discurso que activa y potencia al máximo el rencor y el resentimiento. El populismo navega en el conflicto del amigo y el enemigo.

El gobernante mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), durante su sexenio en el poder, dinamizó el discurso de polarización.  Brindó un espectáculo vinculado al clientelismo, autoritarismo y corrupción. Pero, además, de connivencia con los cárteles de la droga, a la que convidó «abrazos y no balazos».  Hizo de México la guarida de funcionarios corruptos que huyeron de la justicia ecuatoriana, para concederles protección y privilegios. Lo intentó con Glas, pero la firmeza del gobierno de Daniel Noboa lo frenó.  Para completar la distracción, cambió las reglas para que los jueces sean electos en comicios populares, con lo cual, la justicia estará en manos del crimen organizado. Algo parecido intenta Petro en Colombia.

Como AMLO necesitaba de un enemigo, le cayó como anillo al dedo el Reino de España. El 2019 se le ocurrió enviar una carta al rey Felipe VI para que haga un «relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios», igual demandó del pontífice de Roma.  Obviamente, el rey no respondió la pintoresca misiva del gobernante populista. Imagínense ustedes, si la historia está repleta de guerras, colonizaciones y conquistas, quinientos años después de lo sucedido, se le ocurre que pidan perdón.

No solo se trató de una tosca descortesía de AMLO e ingenuidad de su fiel sucesora Claudia Sheinbaum, en no invitar al rey Felipe VI a su posesión y sí a Pedro Sánchez; sin enterarse de que el sistema de gobierno de España es una Monarquía constitucional parlamentaria, donde el rey es el jefe del Estado y el símbolo de su unidad y permanencia. Pero la señora Sheinbaum, no tiene idea.  ¿Creía qué el parentesco ideológico de Sánchez, le permitía ir a México? El populismo es teatralidad, y se mueve en el charco del entretenimiento.