Admito ante ustedes que ha sido raro dudar el título a un artículo que escribo. En este caso he titubeado. Luego de visitar varios días Ucrania y conocer de cerca la cruel y demencial invasión producida desde el jueves 24 de febrero 2022; esta ha durado hasta hoy, 943 días; cerca de 3 años. Se trata del mayor ataque bélico que conoce Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Un aparatoso y aciago operativo militar de largo alcance, un convoy de 56 kilómetros de tanques blindados, que ha incluido hasta armas químicas prohibidas. Kremlin denominó la invasión con la ironía de «Operación militar especial». Querían en cuatro días destruir Ucrania, la toma de Kiev y la destitución del presidente Volodímir Zelenski.
¿El sueño de Putin es imperial? ¿La nostalgia por la desaparición de la URSS? ¿El haber perdido el control de quince naciones, entre ellas Ucrania, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania? ¿El complejo de la «Madre Rusia» que castiga a quienes considera todavía sus pequeños? ¿El discurso de «único pueblo», que coloca a Ucrania como un pedazo de Rusia y sin identidad? No olvidemos que la Unión Soviética asfixió manifestaciones de libertad invadiendo Polonia (1939), Hungría (1954), Checoslovaquia (1968). Luego vendrá Chechenia, Crimea.
Rusia y su aparatoso sistema propagandístico venden la idea de ser todopoderosa e imperial; y países como Ucrania no tienen historia ni identidad. Hermano menor a quien puede regañar, castigar, silenciar y hasta desaparecer. Pero los hechos históricos dicen lo contrario. Son historias, culturas, costumbres, lenguajes e identidades diferentes. Más son los aspectos que la diferencia de aquellos comunes. Pero Rusia tiene el sueño de nación única e imperial. Arrastra todavía algunas huellas del zarismo. En el siglo nueve el centro del poder es Kiev y Rus está sometida a la autoridad de los duques de Kiev. Hay ducados en lituana. El gran Estado cosaco. Rusia ignora aspectos esenciales de la historia.
La invasión rusa y su guerra en Ucrania ha violado todos los tratados y en particular el de Ginebra. Han matado sin crueldad a jóvenes y adultos civiles. Han masacrado, violado a mujeres y niños, a estos últimos, los han atado y enterrado vivos. Bajo el subterfugio que «si crecen nos odiarán y se vengarán». He escuchado testimonios y visto algo parecido al holocausto. Pero a pesar de la omnipotencia e impiedad de Putin, este ha sido humillado. Una parte del himno de Ucrania dice mucho de su resistencia y dignidad: «daremos nuestra alma y nuestro cuerpo por nuestra libertad».