Salvar las emergencias

Las condiciones de vida prevalecientes en la actualidad deben ser miradas como la manifestación de la carencia de atención a los problemas sustanciales del país. La desigualdad social, cada vez más agravada, se expresa en la pobreza, que se la ha mirado con una óptica cuantitativa y, en el mejor de los casos, paliativa.

La crisis energética ha exacerbado la gravedad de la pobreza y exclusión social, porque sus manifestaciones afectan fundamentalmente a la población con menor capacidad económica. Los racionamientos de electricidad, incrementados periódicamente, se han convertido en la crisis inmediata más grave que el cúmulo de problemas que aquejan al país –inseguridad, narcotráfico, extorsión, secuestros-, que no tienen visos de solución.

La economía se ha deteriorado, afectando la producción y el consumo de bienes y servicios. Los efectos sociales se expresan en el desempleo de miles de trabajadores, en la reducción del acceso a  la adquisición de alimentos, debido a la subida inmisericorde de los precios. La salud, además de sufrir la falta de medicinas, es el sector en donde se refleja el drama humano que vive la población que requiere de los servicios de los sistemas públicos. Basta con constatar la necesidad no atendida de hemodiálisis, que sufren miles de ecuatorianos, o la falta de atención a las enfermedades catastróficas, por no hablar del padecimiento y angustia por la ineficiencia del sistema de salud de la seguridad social. Estos problemas se han multiplicado con la falta de energía eléctrica.

El deterioro de las condiciones de vida empuja a muchos ecuatorianos a buscar soluciones fuera del país, pues el sistema ya se ha agotado, por sus falencias internas y por la irresponsabilidad de las clases gobernantes y de políticos. Ellos han tenido en sus manos el deber de cumplir sus promesas de trabajar por el bien de la población, en especial de la más necesitada, pero han privilegiado sus intereses.

El gobierno no convence con sus anuncios por reducir el número de horas de corte de electricidad. Es más, no se agota la tendencia a los ofrecimientos fáciles, a la venta de humo, a los distractores. Los técnicos con alta formación académica manifiestan que no existe ningún sustento, ninguna garantía para cumplir con esa promesa.

Tal como va la evolución de la crisis, si no se actúa con el  respaldo de la técnica, desprendiéndose de los intereses políticos propios de la época de campaña electoral, para liderar un esfuerzo mancomunado que por lo menos proponga soluciones para quienes más sufren las consecuencias de todo orden, la situación se volverá insostenible.

El reto inmediato es encontrar formas de atender lo más sensible, como es la alimentación de la gente más pobre, la atención de su salud y de la vivienda. Para el desempleo en crecimiento deben buscarse soluciones que, aun siendo parciales y emergentes, puedan proporcionar ingresos para cubrir las necesidades. El empleo emergente  puede dar cabida especialmente a las poblaciones rurales. La aplicación de nuevas jornadas de trabajo y de estudios debe adaptarse a la nueva situación. El transporte no puede seguir dominado por el caos; es importante adoptar procedimientos que identifiquen sectores críticos a fin de asignar recursos con mayor preferencia. La población debe contar con eficientes sistemas de información y con la difusión de formas que incentiven su participación directa en el manejo de la crisis.