Sentenciados

«Felicitaciones a nuestro contralor. Todo el mundo quiere a Carlos. Te clava la glosa y todas las responsabilidades y todo el mundo lo quiere. Simpatiquísimo».   Esto decía Correa de Pólit. El Estado eran ellos. Para el endiosado de Pólit y el predicador de Correa, el poder que habían tejido fue el de la connivencia y la codicia, para enriquecerse como fin. Entendían el servicio público para servirse y amontonar fortuna. Sin que les importe la desdicha de los demás. El Estado al servicio de la mentira para vender ilusiones a los ilusos.

Pólit había sido seleccionado y calificado cien sobre cien por el CPCCS inventado por el chavismo. Tan servicial y eficiente que fue condecorado por la Asamblea Nacional presidida por Gabriela Rivadeneira. Aquella señora que, sentada en la estación del socialismo romántico de los 70 del siglo pasado, exclamaba su deseo que los pobres coman pan y los ricos solo excremento.  Ahora, corpulenta, vive en el regalo de la riqueza.

Ellos protegían a Pólit y este los solapaba. En vez de controlar era controlado. El régimen copaba la totalidad del Estado. En la arbitrariedad y la opacidad. Pólit actuaba en la complicidad y los dividendos que tocan, de un régimen torcido en toda su anchura y duración.  Ahí, en esa penumbra, Pólit pactaba glosas, bajando, borrando y recibiendo millones que los lavó en los Estados Unidos.  Ahora ha merecido una sentencia en los tribunales de La Florida. Pero también cubría y hacía la vista gorda.  Pasaba por alto todas las fechorías de sus amigos. Era el ángel de la guarda del régimen. El jefe, ya fue sentenciado, también por corrupción aquí. Actuaban en cuadrilla, como funcionan las bandas delictivas. Sin remordimiento ni culpa.

Tucídides, griego, político, historiador y militar ateniense, en el libro Historia de la guerra del Peloponeso, relata la beligerancia entre Atenas y Esparta en el año 411 antes de Cristo, en el que traza el sentido y el fin de la democracia, cuya “administración corresponde a los muchos”, con sentido de la virtud y bondad que obliga al bien: «Que por pobre o de bajo sueldo que sea, con tal que pueda hacer bien y provecho a la república, no será excluido de los cargos y dignidades públicas». Ni Pólit ni Correa entendieron este sentido del servicio público.