La conducción de un país y en especial la política internacional requieren sosiego, reposo, serenidad. Las urgencias y los atropellamientos no conducen a nada positivo.
El lamentable incidente con México reitera la necesidad de la reflexión para evitar daños graves para los países involucrados y sus ciudadanos. Vale destacar algunos elementos en este acontecimiento. UNO: México acogió a un delincuente sentenciado como si fuese un personaje perseguido políticamente. La presencia en ese país del capo y su gavilla y las estrechas relaciones con el locuaz presidente López habría llevado a México a violar la Convención de Caracas y a prostituir la institución del asilo. DOS: La declaratoria de persona non grata a la embajadora de México en Quito fue una reacción exagerada y disparó la concesión del asilo a Glas. La calificación del delito del asilado corresponde exclusivamente al país asilante. TRES: La incursión de militares y policías en la embajada de México para detener a Glas viola uno de los principios rectores de las relaciones internacionales, como es la inviolabilidad de las sedes diplomáticas. CUATRO: Es evidente que el gobierno no podía permitir un episodio similar al de Duarte en la embajada argentina, pero había otras alternativas para evitarlo. CINCO: Es muy grave para un país quedarse solo en un conflicto internacional. Ecuador ha recibido la censura de todos los países, inclusive los llamados de derecha radical, por la incursión en la embajada de México. El solitario apoyo del presidente Bukele hasta podría ser negativo. SEIS: La posición de la ministra de Relaciones Exteriores, al atribuir toda la responsabilidad al presidente de la República, deja de lado una obligación fundamental de todo ministro de Estado: ser un fusible para preservar al presidente. SIETE: El pedido del ofuscado expresidente Correa a México y la Unión Europea para que sancionen a Ecuador, linda con el delito de traición a la patria. OCHO: La justificación de la canciller sobre la incursión a la embajada, porque México violó primero la convención de Caracas al haber concedido asilo a Glas, es inválida en el mundo del derecho y peligrosa como fundamento de comportamiento.
En las circunstancias, no cabe más que evitar un escalamiento de las tensiones entre países ligados por cultura e historia, e iniciar conversaciones de buena fe para encontrar fórmulas que permitan prontamente superar el lamentable impasse.