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La conclusión es evidente: el mundo ha cambiado inexorablemente. Algunos signos de los tiempos: el paso de una sociedad religiosa a una secularizada; de un universo unipolar a otro multipolar o multidimensional;de la fidelidad a los dogmas filosóficos a la tolerancia; de las ciencias duras a las tecnociencias; de la inteligencia racional a la inteligencia artificial; de las feligresías a la ciudadanía global, entre otras.
Las causas de ese terremoto planetario son complejas. Una de ellas -talvez la principal- es el derrumbe de dos instituciones otrora incólumes, definitivas y permanentes: el Estado y la Iglesia, que se diluyen bajo síntomas inéditos, en los cuatro puntos cardinales: el mercado, que no ha logradoresolver las desigualdades; la democracia, modelo que no representa a las mayorías; la influencia de las transnacionales que alimenta la competencia, el espectáculo, la frivolidad y las brechas entre los países; las guerras, por ahora focalizadas, que presagian la hecatombe por la inoperancia de las Naciones Unidas; la aparición de fuerzas ocultas (el narco tráfico, la delincuencia internacional, la emigración descontrolada y la trata de personas); el auge de los fundamentalismos con el fanatismo en primera fila; las iglesias asidas a los dogmastradicionales, silenciosas ante la secularización triunfante; la irrupción de las tecnologías, cuyas crestas son las redes sociales y la inteligencia artificial; el cambio climático, que no soporta la sobre explotación de lanaturaleza y sus secuelas: el calentamiento de los océanos, la inundación de campos y ciudades, la extinción de plantas, animales y la anunciada extinción de los seres humanos…
¿Hay espacios para la certidumbre? El mundo está ahora conectado. Si se orientarala conectividad hacia el bien – ¿otra utopía? -, podrían surgir nuevos liderazgos, nuevos lenguajes y nuevas corrientes espirituales, sociales y políticas. Pero, ¿quién la conduce?
Según el pensador Teilhard de Chardin, la “civilización del amor” podría estar cerca,cuando la fidelidad a la causa común se acreciente: la cultura de paz positiva ysostenible con justicia, los derechos humanos con deberes y responsabilidades, la defensa de la naturaleza y de la vida. ¡Y reformas profundas del Estado, de todas las Iglesias y de todos los sistemas educativos!1