Un país sin Estado, ni gobierno…

Mas fácil que quitarle un caramelo a un niño de 3 años, fue como un grupo de delincuentes motorizados asaltaron a un policía uniformado, llevándose su moto a plena luz del día, en cuestión de segundos, delante de otros policías y de un patrullero que tampoco ofrecieron resistencia,  brillando la audacia y la falta de respeto a la policía… Cuando algunas cárceles son una suerte de micros estados en los que gobiernan las pandillas, al punto que la policía debe pedir permiso para entrar y hacerlo resguardada. Donde jueces de recónditos cantones, tambalean con facilidad, probablemente a cambio de prebendas económicas y/o políticas,sentencias incluso de los más altos tribunales, así como disposiciones del ejecutivo. Donde es más fácil y rentable secuestrar que trabajar, ya que en cuestión de horas fácilmente y sin mayor riesgo se pueden vaciar los recursos de las víctimas; sin perjuicio del rentable negocio de la vacunación a todo nivel, desde la señora que vende en la esquina hasta el profesional o empresario. En el que, si le asaltan y solo le roban el celular, hay que sentirse con suerte y agradecido por salir con vida. Todo esto a vista y paciencia de paralizadas autoridades y de un presidente ausente, saliente y de eficientes resultados carente. En la que la desconfianza en las funciones del Estado – judicial, ejecutiva y asamblea – ha llegado a niveles máximos. En la que, los paros indígenas son capaces de paralizar y aterrorizar a un país, y poner de rodillas al gobierno de turno; en la que las mafias campean asociadas a políticos, ya no solamente en cárceles sino en calles y avenidas, ganando espacios en instituciones y faltando poco para que se tomen el país; en el que jueces honestosy amenazados, sienten miedo de sentenciar.

Un país acostumbrado al discurso con ofrecimiento fácil; adormecido por el discurso paternalista socialista; un país acostumbrado a no avanzar sino a tropezar y caer por los enredados cordones legales y sociales, incluyendo los “derechos” (de los delincuentes), sumado a las exigencias, subsidios y prebendas de varios sectores. 

Es decir, parecería que vivimos en un país, sin Estado ni gobierno, sin timón ni autoridad… La pregunta es: ¿qué hacer, ante tan crítica situación?¿Emigrar con enorme tristeza de esta tierra cargada de belleza, en la que nos gustaría fallecer…? ¿Asumir con actitud, abstrayéndonos del fantasma estatal y de la ineficiencia gubernamental, aceptando con resignación que estamos solos, y que solos debemos salir adelante, sin esperar nada de nadie, más allá de nuestra resiliencia, capacidad y creatividad, mientras el país sigue engañado y secuestrado, navegando a la deriva en esta democracia de papel…?  O, ¿Acaso, rezar y confiar que se de un milagro, un gran sacudón político, que ponga fin por fin a la corrupción y orden en este país, tal como, por ejemplo, en su oportunidad se dio en Singapur?